Por Melina Rangel
Hace 6 años llegue a la ciudad de Monterrey con muchas ilusiones de crecer profesionalmente, no fue fácil dejar a mi familia en mi ciudad natal, Mazatlán.
Todos los días por la noche recordaba el sonido de las olas del mar como chocaban contra las piedras, los olores característicos, la comida su gente mi “gente”…
Me tope con muchas personas muy buenas y maravillosas que me apoyaron en todo momento, descubrí lo que era ser una roomie y lo que costaba cada ida al súper, pero todo son aprendizajes a lo que me llevaron aquí a convertirme en madre de dos pequeños regios a enamorarme de la carne asada y de los paseos a Santiago.
Mi viaje no ha sido fácil he tenido tropiezos pero gracias a ellos me he sabido levantar.
Siempre con actitud positiva ante todo, me gusta transmitirles a las personas lo mejor de mi, si, soy feliz pero a veces hay momentos como todos que me canso y quiero tirar la toalla, pero una llamada a mi mamá, a mi papá o los miles de mensajes de mi hermana me llenan el alma, duele no estar cerca de ellos y menos ahorita con la pandemia que no he podido visitarlos. Mis niños piden ir a la playa a ver a su abuela Delia o pasearse en la plaza con su abuelo Tino, pero sabemos que pronto estaremos reunidos.
Saber que ellos están con salud y bien eso es lo mas importante.
Esta mazatleca les dice que nunca hay que darnos por vencidos que siempre existe esa posibilidad de crecer y ser quien quieras ser, yo hasta ahorita estoy donde siempre quise estar y sobre todo formé una familia maravillosa a la que le agradezco mis momentos de flaqueo pero sobre todo las sonrisas de mis niños, cuando me dicen mamá mas de mil veces en un día, no los cambio por nada, si a veces me pregunto que hubiera pasado si me hubiera quedado en Mazatlán pero se que adonde estoy me quiero quedar.